ANÁLISIS: El falso documental sobre Gaza premiado en los Goya: antisemitismo pagado con apoyo público y vínculos políticos

El falso documental sobre Gaza premiado en los Goya: antisemitismo pagado con dinero público

1 de abril de 2019

  • El documental sobre Gaza premiado en los Goya no da ni un solo dato cierto en todo su metraje: los pocos que se dan son falsos.
  • En lugar de información se ofrece una colección de imágenes de fuerte impacto sentimental, con un uso especialmente lamentable de niños.
  • Aspectos esenciales de la situación en Gaza se hurtan al espectador: palabras como Hamás o “terrorismo” no se pronuncian ni una vez.
  • Uno de los autores de la obra es un político de Podemos en Castilla-La Mancha y la productora ha mantenido contratos con su TV autonómica.

 

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El corto presuntamente documental Gaza ha alcanzado una cierta notoriedad después de que fuese premiado con un Goya y, sobre todo, del discurso abiertamente antisemita de su director durante la gala de entrega de los galardones.

Un premio y la polémica generada que han servido, por supuesto, para aumentar el impacto de la película, que ya acumula decenas de visionados en Youtube, donde varios medios de comunicación lo han puesto al alcance de todo el mundo. En cualquier caso, el corto ya estaba logrando un impacto notable dentro del circuito, logrando un puñado de premios en festivales españoles.

 

Un documental sin documentar

Pero, más allá del éxito que le da nadar a favor de la corriente antiisraelí de muchos medios de comunicación y buena parte del ámbito cultural, ¿en realidad el presunto documental refleja lo que es la vida en Gaza? ¿Ofrece a los que lo vean una información válida y útil sobre lo que allí ocurre? ¿Expone equilibradamente diferentes puntos de vista para que el espectador pueda formarse su propia opinión?

Lo cierto es que la respuesta a todas las preguntas anteriores es un rotundo no: Gaza no ofrece información alguna sobre el estado real de la Franja y se limita a ir brindando una serie de imágenes de fuerte impacto emocional, con testimonios que no se ponen en contexto y muy pocos datos que, además, resulta que cuando se ofrecen suelen ser falsos.

Pese a su corto metraje la película se da varios minutos para arrancar durante los que trata de contar el traslado de los documentalistas desde España a la Franja vía Egipto, mientras intercala una exageradísima crónica de un ataque en Gaza narrado por una periodista con acento argentino y, sobre todo, horribles imágenes de niños muertos o con terribles heridas. Lamentablemente, ninguna de ellas se ofrece con el más mínimo contexto: no se cuenta de dónde son los niños, en qué lugar han sufrido esas heridas ni en qué fecha ni a manos de quién. De hecho, ni siquiera sabemos quién ha tomado esos planos que no pueden ser obra del equipo de la película. Eso sí, entre las trágicas escenas con menores muertos o heridos se intercalan unas imágenes de Jerusalén y del Muro de las Lamentaciones con algunas soldados y, sobre todo, con judíos ortodoxos rezando. El mensaje subliminal no puede ser más burdo.

Los primeros datos del cortometraje llegan en el minuto 2.45 -recordemos que en total tiene menos de 19 minutos- y son falsos: un texto sobreimpresionado a las imágenes asegura que “desde 2007, la Franja de Gaza sufre un bloqueo por tierra, mar y aire. Esto impide tanto la entrada como la salida de suministros y personas”.

La mentira es doble: por un lado, desde los pasos fronterizos con Israel hay un tráfico habitual de personas y bienes, para empezar, se permite el paso de numerosas personas enfermas de la Franja de Gaza que son tratadas en hospitales israelíes, pero también el de comerciantes, que de hecho suelen ser mayoría. Es cierto que cuando las circunstancias de seguridad obligan a ello la frontera se cierra, pero tal y como ACOM recogía en un informe anterior, en los nueve primeros meses de 2018 atravesaron el paso fronterizo de Erez casi 67.000 personas, más de la mitad de ellas comerciantes.

Además, aunque esto tampoco lo cuente el corto, también hay un paso fronterizo con Egipto en el que las autoridades israelíes no ejercen ningún control, pero que al igual que el de Israel se ve cerrado con cierta frecuencia por razones de seguridad. De nuevo durante la mayor parte de 2018 estuvo abierto y cerca de 60.000 personas lo habían cruzado ya a finales del pasado septiembre, si bien esta estadística está algo distorsionada porque en los tres primeros meses del año se registró una actividad muy baja: estuvo cerrado todo enero, parte de febrero y casi todo marzo. Pero desde mayo la actividad se recuperó y lo atravesaban más de 12.000 personas al mes.

Para hacer esta mentira un poco más llamativa visualmente los responsables del panfleto audiovisual no dudaban en ilustrarla con imágenes del muro que separa algunas zonas de Israel de Cisjordania, es decir, a unos cientos de kilómetros de la verdadera frontera con Gaza.

Por fin las imágenes nos llevan a la verdadera Franja y, según el texto que se sobreimprime a Jan Yunis. Sin embargo, de nuevo estamos ante una inexactitud, por no decir una mentira: sin que nada nos advierta del cambio de escenario nos encontramos en una granja a sólo unos cientos de metros de la frontera, cuando la verdad es que Jan Yunis está a unos cinco kilómetros del límite fronterizo.

En ese falso Jan Yunis un agricultor muestra sus cuidados cultivos y cuenta varias historias para no dormir que, por supuesto, los responsables del corto no se sienten obligados a verificar y sobre las que no se aportan más datos: que el ejército israelí le arruinó la plantación con pesticidas o que “a veces los colonos vienen y nos disparan cuando estamos cultivando”. En realidad, no hay colonias israelíes en Gaza desde agosto de 2005 y los ciudadanos de Israel tienen rigurosamente prohibido entrar en la Franja.

Las imágenes muestran después el interior de una casa que ha sufrido un serio destrozo en lo que parece fruto de una acción militar, pero el espectador se pregunta por qué no se ha retirado ni uno sólo de los escombros del interior del edificio, ni siquiera los cascotes de cada uno de los escalones de la escalera. De hecho, el agricultor gazatí muestra a la cámara los restos de un proyectil con letras hebreas – “Está escrito encima, made in Israel”, dice- que sigue en otra pequeña montaña de escombros en la planta baja de la vivienda. Como no se ofrece ninguna información sobre cuándo se produjo el ataque ni más datos sobre las consecuencias que tuvo el espectador avisado tiene la sensación de estar ante lo que se conoce como una Aldea Potemkin, pero en este caso al revés: un escenario preparado -o más exactamente mantenido- para transmitir la sensación de drama y destrucción.

 

Una fotografía en un móvil

La película se traslada posteriormente a Beit Hanoun, donde entre unas enormes ruinas sobre las que tampoco se ofrece ninguna explicación se muestran varios testimonios, entre ellos el de un “activista”, Abu Amir Elewa, del que no se encuentra más información en internet que referencias al propio corto, una página de Facebook y otra de Instagram con sólo un centenar de seguidores. El discurso de Elewa se limita a repetir el tópico de que la culpa del terrorismo es de los que lo sufren, en este caso los israelíes.

Tras una serie de escenas de niños entre las ruinas aderezadas con música triste para lograr el apropiado efecto sentimental, Gaza se traslada a una nueva localidad, Khazaa, en la que asistimos al desesperado testimonio de una mujer que cuenta cómo los israelíes asesinaron a su hija deficiente.

Se trata de Hamda Abu Rujaila, de la que tampoco es posible encontrar más información en internet, si bien sí la hay sobre una familia Abu Rujaila que no parece coincidir con esta mujer. En cualquier caso, la única ‘prueba’ que se ofrece de lo que denuncia es una fotografía en la pantalla del móvil, y de nuevo se nos oculta cualquier dato sobre los hechos.

Finalmente, la película se traslada a otras ruinas, las del antiguo Hospital Al-Wafa, en la que vemos trabajos de desescombro e incluso algunos prospectos de medicamentos, aunque sólo unos segundos después vemos que ya hay un nuevo Hospital Al-Wafa con unas instalaciones con un considerable buen aspecto.

Allí se nos muestra impúdicamente a un menor, aparentemente aquejado de alguna deficiencia y que se presenta como un niño de dos años y medio que “fue sacado de las ruinas de su edificio”, según asegura el director del hospital que, aunque en teoría debería conocer el caso se preocupa de mostrar sorpresa y consternación: “Estoy sin palabras”, dice. “Estamos intentando traer de vuelta sus sentidos para que pueda sentir, pero como podéis escucharle (sic) sigue sintiendo el dolor”, es la extraña y contradictoria explicación médica. La escena termina con el niño sentando en la cama dirigiendo a la cámara una mirada alucinada: “Es una víctima”, sentencia el director del hospital.

Unos planos del niño con más música de piano lacrimógena nos llevan al final de la película que es una puesta de sol en una playa. Nuevamente se hurtan al espectador hechos cruciales para entender lo que está viendo, como por ejemplo que el antiguo Hospital Al-Wafa fue bombardeado porque era usado como una base de Hamás (1) -incluso se dispone de imágenes de disparos hechos desde el interior- y sólo después de constatar concienzudamente que había sido completamente desalojado, tanto de enfermos como de personal médico.

 

¿Qué le falta a ‘Gaza’?

Además de ninguna explicación sobre las imágenes que se van sucediendo ante nuestros ojos Gaza carece de cualquier contexto que permita al espectador entender qué es de verdad lo que está viendo. De hecho, como ya hemos dicho el único contexto que se ofrece al principio no sólo es escaso, sino que es falso.

Por supuesto, no se menciona en ningún momento que las acciones militares israelíes vienen precedidas de agresiones terroristas desde la Franja de Gaza y que, por ejemplo, la última guerra importante en la que parecen haber ocurrido muchos de los episodios que se narran -en el verano de 2014- vino precedida de una catarata de cientos de cohetes sobre Israel y el secuestro y asesinato de tres adolescentes judíos.

No se explica tampoco que Israel abandonó Gaza voluntariamente en 2005 ni que desde 2007 la zona está controlada por Hamás, un control que logró tras una cruenta guerra civil en la que murieron cientos de palestinos. No se menciona el hecho de que en los doce años transcurridos desde entonces no se ha celebrado ningún proceso electoral democrático que legitime el poder que ejerce la organización terrorista con mano de hierro. Es más, en los 18 minutos y 40 segundos de la película las palabras “terrorismo” o “Hamás” no se pronuncian ni una vez.

Tampoco aparece ni un israelí, no hay ninguna voz que desmienta el relato que se propone o que, al menos, ofrezca la versión de la otra parte, ni desde el punto de vista del ejército -del que se afirma que comete auténticas monstruosidades- ni de los civiles que viven al otro lado de la frontera y sufren el acoso del terrorismo de Hamás.

Al terminar los casi 19 minutos de película la única duda que queda al espectador es cómo la Academia de Cine ha podido dar un premio como documental a una película que no cumple con ninguno de los requisitos del género, que trata de una forma groseramente parcial y llamativamente descuidada un asunto extraordinariamente complejo y que, incluso desde el punto de vista meramente cinematográfico, es más bien mediocre.

 

Autor podemita que vive del dinero público…

Los directores del documental son Carles Bover Martínez y Julio Pérez del Campo. Este segundo ha adquirido mayor relevancia pública tras su vergonzoso discurso de agradecimiento del premio en el que habló del “terrorismo sionista”, de “países que vulneran sistemáticamente los derechos humanos” y del “apartheid israelí”. Tan grave fue el discurso que ACOM ha presentado ante la Fiscalía de Sevilla una denuncia por un delito de incitación al odio contra Israel y, obviamente, frente a los nacionales de tal Estado que residen en nuestro país.

Una búsqueda rápida en Google descubre dos datos que en realidad son poco sorprendentes: Julio Pérez del Campo está relacionado con Podemos y vive del presupuesto público.

Como se puede ver en la propia página web (2) de la Junta de Castilla-La Mancha, Pérez del Campo es secretario de Comunicación y de Organización de Podemos en dicha comunidad, es decir, un alto cargo del partido. Además, en estos momentos cobra un sueldo público: es jefe de Gabinete de la vicepresidencia segunda de la Junta.

Su premio y el impacto de su discurso han llevado a Pérez del Campo a dar una serie de entrevistas sobre el documental en las que no es extraño verle caer en llamativas contradicciones. Por ejemplo, en una publicada por una revista online de su localidad, LoveTalavera, (3) explica que se decidieron a hacer el documental al comprobar que “después del último ataque israelí a la franja de Gaza; las cámaras de los principales medios de comunicación giran hacia puntos de mayor interés mediático”. Sin embargo, todo el tema logístico se volvió más complicado porque “justo antes de salir estalla el golpe de estado en Egipto, el golpe de estado de Al-Sisi, que es aliado de Israel, y cierran la única frontera que tiene la franja de Gaza con el exterior que no fuese a través de Israel”.

La historia dota a la grabación del documental de algo del tono épico que el autor considera apropiado, pero lamentablemente es groseramente falsa: el último ataque israelí a la Franja de Gaza a gran escala, la operación Margen Protector, se inició el 8 de julio de 2014 (4), mientras que el golpe de estado de Al Sisi tuvo lugar justo un año antes, el 3 de julio de 2013 (5). ¿Qué credibilidad le queda a Julio Pérez del Campo cuando es capaz de mentir así sobre una cuestión que no tiene mayor importancia como esta? También es posible que no mienta, sino que ni tan siquiera conozca las fechas claves de la geopolítica de Oriente Medio, pero en ese caso su capacidad para hacer documentales sobre la cuestión también quedaría seriamente en entredicho.

Como también resulta chocante que un político reciba premios en festivales que patrocinan instituciones públicas de las que él forma parte. Por ejemplo, Gaza recibió el premio al mejor documental en la edición de 2018 del Festival de Cine de Castilla-La Mancha, que está patrocinado por la propia Junta de Castilla-La Mancha, la diputación de Ciudad Real, el Ayuntamiento de Ciudad Real y la televisión autonómica

 

…Y una productora que también vive del dinero público

También la productora de Gaza, El Retorno Producciones (6), depende para la gran mayoría de sus ingresos del dinero público. La historia la contaba el periódico El Confidencial (7) a finales del año pasado, es decir, mucho antes de lo generado por el premio Goya.

Las cantidades no son excesivas, pero la mecánica es muy llamativa: El Retorno se registra en Talavera -la ciudad en la que vive Pérez del Campo- en diciembre de 2015 y sólo unas semanas después logra un contrato con la televisión autonómica de Castilla-La Mancha, en la que sólo unos meses antes Podemos había ganado extraordinaria influencia en virtud del acuerdo de investidura con el socialista Emiliano García-Page que les había dado incluso asientos en el Consejo de Administración.

El contrato, de más de 80.000 euros, era para producir uno de los espacios políticos más relevantes de la cadena: un programa de análisis político con tertulia y entrevistas que se iba a emitir en pleno prime time: a las 21:30 de la noche. Tal y como cuenta El Confidencial en una cadena con varios cientos de trabajadores en su plantilla causó no poca sorpresa que se contratase a una empresa externa y sin experiencia previa para un programa así.

De hecho, los responsables de la productora reconocieron al citado diario digital que constituyeron la empresa tras recibir el encargo de producir el programa, si bien niegan que tuviesen una relación previa con Pérez del Campo. Sin embargo, que una empresa audiovisual de una ciudad de 80.000 habitantes no haya tenido ningún contacto con un político importante de esa misma ciudad que, casualmente, quiere ser director de documentales es algo que cuesta bastante creer.

Además, otros dos miembros de Podemos han trabajado con la productora, siempre la información de El Confidencial: Carolina Rodríguez -que es asesora en el gabinete que dirige el propio Pérez del Campo- fue empleada de la empresa; y Sergio Ortiz, portavoz de Podemos en Talavera, colabora en los documentales.

El contrato con la televisión autonómica, que sigue vigente en estos momentos, supone una inyección económica vital para la empresa: en el primer año de los 84.916 euros de ingresos nada más y nada menos que 81.326 provenían del ente autonómico.

 

 

Lista de enlaces:

(1) https://www.timesofisrael.com/idf-targets-hospital-hamas-used-as-firing-position/

(2) http://www.castillalamancha.es/sites/default/files/perfiles/plantillafichas_profesionales_jefe_de_gabinete.pdf

(3) https://www.lovetalavera.com/conoce-a-julio-perez-del-campo/

(4) https://es.wikipedia.org/wiki/Conflicto_entre_la_Franja_de_Gaza_e_Israel_de_2014

(5) https://es.wikipedia.org/wiki/Golpe_de_Estado_en_Egipto_de_2013

(6) http://www.elretornoproducciones.com/

(7) https://www.elconfidencial.com/comunicacion/2018-11-11/contratos-publicos-la-tuerka-pablo-iglesias-podemos_1643152/