Catalonia Israel

ANÁLISIS: Por qué Israel no debería reconocer un estado catalán

  • Reconocer una Cataluña independiente sería un grave error estratégico y político que dañaría las relaciones de Israel con España y la UE.
  • La proliferación de miniestados fallidos en Europa restaría estabilidad y predictibilidad para las relaciones internacionales de Israel.
  • Con su radicalización, el catalanismo ha virado con fuerza a una extrema izquierda profundamente antisemita y abiertamente pro-BDS.
  • El yihadismo se fortalecería y sería un núcleo desestabilizador en todo el Mediterráneo.
  • La comunidad judía española, leal a su país y profundamente sionista, se vería muy perjudicada por esta decisión.

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Desde que los partidos independentistas desataron el proceso abiertamente separatista para intentar desgajar a Cataluña del resto de España, se ha venido especulando con un hipotético reconocimiento de Israel del nuevo estado una vez declarada la independencia.

Aunque el presidente de Israel zanjó de forma contundente la cuestión (1) en su visita de noviembre de 2017, la posibilidad de que España reconozca oficialmente a un estado palestino, que ha admitido incluso el ministro de Exteriores Josep Borrell, vuelve a poner esa posibilidad sobre la mesa.

Lo cierto es que pese a la retórica de su gobierno en el sentido contrario, España no está siendo el mejor aliado de Israel. Las relaciones bilaterales son buenas, pero desde hace años la diplomacia española mantiene una actitud poco amistosa hacia el país hebreo, especialmente en lo referente al conflicto con los palestinos: habitualmente se establece una intolerable equidistancia entre los actos terroristas y las actuaciones de los cuerpos y fuerzas de seguridad y, sobre todo, las intervenciones y votaciones de España en foros y organismos internacionales han sido siempre en contra de los legítimos intereses israelíes.

Aún así, Israel cometería un error de gran envergadura si finalmente reconociese esa hipotética independencia, quizá llevado por un comprensible ánimo de reciprocidad en el caso de que España diese el primer paso, quizá animado por unas relaciones con el catalanismo político que tradicionalmente habían sido positivas. Pero hay un cúmulo de razones por las que la diplomacia israelí debería evitar esa decisión, no tanto por el interés de una España que lleva tiempo subordinando su agenda exterior a las necesidades políticas coyunturales, sino por el suyo propio. Vamos a analizar algunas.

Un conflicto diplomático de primera magnitud… con la UE

Lo primero que hay que tener en cuenta es que, aunque nuestro país no haya sido tan diligente como debería explicando este asunto, el nacionalismo es un problema para toda la Unión Europea, y tanto las instituciones de Bruselas como alguno de los principales países de la Unión -y singularmente Francia y Alemania- se han mostrado muy beligerantes al respecto y, en los últimos meses, han hecho patente un apoyo claro e incondicional a España.

En esta posición hay solidaridad entre socios, pero hay sobre todo un interés propio de muchos miembros de la Unión que tienen también problemas con el nacionalismo en algunas de sus regiones: Córcega y Bretaña en Francia, Baviera en Alemania, Cerdeña y parte del norte en Italia, Moravia en la República Checa, Alta Silesia en Polonia, Transilvania en Rumanía…

Resulta obvio que en ninguno de estos lugares la presión nacionalista ha alcanzado aún el grado que tiene en Cataluña, pero no lo es menos que el reconocimiento de la independencia de una región europea supondría un espaldarazo para todos los demás proyectos separatistas y un problema evidente para varios estados europeos.

En este contexto, es obvio que un reconocimiento apresurado desde Jerusalén provocaría una crisis diplomática, no con España, sino con la mayor parte de la Unión Europea, cuando no con toda.

Además, Israel es un país que sabe los problemas de todo tipo que genera vivir en un entorno inestable y debería valorar mucho el papel como polo de estabilidad política y económica que, con todos sus defectos, juega una Unión Europea que ya se está viendo sometida a fuertes tensiones por diversas cuestiones -como la crisis económica o la inmigración- que podrían llevar a una desintegración de las estructuras europeas y al surgimiento de una constelación de estados fallidos como Kosovo.

Esta Europa atomizada en ningún caso sería el amplio espacio de libertades políticas, prosperidad material y estabilidad que hoy es la mayor parte del continente sino que, al contrario, sería el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de movimientos radicales, violentos o incluso terroristas.

El separatismo catalán ya no es hoy projudío

Como en prácticamente cualquier otro aspecto cultural o histórico, el catalanismo también ha tratado de crear un mito alrededor de la vida judía en Cataluña antes de la expulsión de 1492, como una forma más de diferenciarse del resto de España. Lo cierto es que allí los brotes de antisemitismo fueron tan violentos o más como en otras zonas de España y, por ejemplo, los pogromos de 1391 fueron extraordinariamente sangrientos en Barcelona y supusieron prácticamente la desaparición de la comunidad judía en la ciudad.

No obstante, sí es cierto que, como ya hemos comentado, en las últimas décadas el catalanismo era un movimiento político que en líneas generales -o al menos en sus principales ramas- mostraba simpatía por Israel y por la causa judía. Pero esto ya no es así: con su radicalización separatista, el catalanismo ha dado un fuerte viraje a la izquierda y en gran medida se ha infectado del antisemitismo de la izquierda radical en España.

Este catalanismo se articuló históricamente alrededor del partido conservador CiU, pero su deriva separatista y disruptiva lo ha llevado a una confrontación directa contra el resto de la nación española y a su propia implosión. El proceso lo ha llevado a cambiar de nombre -ahora se llama PDeCat, y en las últimas convocatorias electorales a recurrir a diversas coaliciones y marcas. La última de ellas, JuntsxCat del prófugo expresidente golpista Puigdemont, sólo obtuvo el 21% de los votos.

Tras este resultado electoral, el actual gobierno del Presidente Torra se articula gracias al apoyo de partidos extremistas como Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y la Candidatura de Unidad Popular (CUP). Ambos podrían definirse como partidos de extrema izquierda, anticapitalistas y, especialmente en el caso de la CUP, violentamente antisistema. Como la mayor parte de las formaciones de corte ideológico similar en Europa son también partidos antiisraelís y, a través de su odio a Israel, antisemitas.

Este antisemitismo no se ha quedado en un plano meramente teórico sino que se ha concretado en la proliferación de mociones BDS en ayuntamientos catalanes, habitualmente aprobadas con los votos de estas dos fuerzas nacionalistas y otros partidos de izquierdas. Hasta la fecha, aunque algunas ya se han suspendido legalmente gracias a los esfuerzos de ACOM, cerca de una veintena de consistorios han sancionado acuerdos municipales de discriminación de las empresas y los ciudadanos israelíes.

El propio Ayuntamiento de Barcelona, la capital de Cataluña, aprobó en abril de 2017 la adhesión de la ciudad al movimiento BDS con los votos, entre otros, de los nacionalistas de izquierdas. Además, en mayo de este mismo año se volvió a aprobar una moción condenando a Israel, en esta ocasión con los votos de todos los grupos nacionalistas, incluyendo también al PDeCAT.

La cercanía del separatismo con el movimiento antiisraelí del BDS se resume en un nombre, el de Raúl Romeva, exresponsable de relaciones exteriores de la Generalidad y hoy en día en la cárcel por su participación en el golpe de estado separatista, que durante años fue una de las caras visibles de las asociaciones pro BDS y un activista furibundo del boicot desde el Parlamento Europeo.

Por si esto no fuera suficiente, tal y como ya señaló ACOM (2) hay una relación cada vez más cercana entre el separatismo y, ya no el antisemitismo, sino directamente el yihadismo: destacados políticos nacionalistas han sido abogados defensores de presos sospechosos de terrorismo e incluso Gonzalo Boye, uno de los abogados principales de Carles Puigdemont -el expresidente catalán que se encuentra huido de la Justicia española-, fue él mismo condenado por participar en un secuestro terrorista y ha defendido a miembros de hasta cinco organizaciones terroristas diferentes.

Además, en no pocas ocasiones instituciones públicas como el Parlamento Catalán o el ya mencionado Ayuntamiento de Barcelona han invitado a terroristas como Raji Sourani o Layla Khaled.

Curiosamente, en el lado opuesto de la balanza, el partido que más claramente defiende a Israel en el mapa político español es Ciudadanos, ganador de las elecciones en Cataluña en diciembre de 2017 y la mayor fuerza de oposición al separatismo dentro de la comunidad autónoma. Precisamente uno de sus máximos responsables, Juan Carlos Girauta, explicó en un artículo en The Jerusalem Post (3) por qué Israel no debe apoyar ni siquiera que Cataluña realice un referéndum de autodeterminación.

Cataluña tiene un serio problema con el islamismo

Hemos mencionado la relación entre el nacionalismo y el yihadismo y este es, sin duda, otro aspecto que Israel debería valorar muy cuidadosamente antes de apostar por la independencia de Cataluña: esta región tiene un serio problema con parte de su población de religión musulmana, que es por cierto la más numerosa de toda España.

La razón es, de nuevo, el separatismo: durante décadas las autoridades catalanas han tratado de evitar la inmigración desde países iberoamericanos porque, como es obvio, estos inmigrantes hablan español, lengua cuyo uso los nacionalistas tratan de eliminar de Cataluña. A cambio, se favoreció la llegada desde países musulmanes.

Así, en la actualidad la población musulmana legal en Cataluña es de más de 500.000 personas, un 27% del total en España, cuando la población catalana es de sólo un 16% de la española. Además, un porcentaje especialmente significativo de esta población proviene de países como Pakistán, en los que es más fácil encontrar una visión extrema del islam que, por ejemplo, en Marruecos, cuna de la mayor parte de los musulmanes en el resto del país.

El resultado de todo esto es que Cataluña no sólo tiene más población musulmana que el resto de España (un 7% del total frente a un 3%) sino que además a decir de muchos expertos está más radicalizada,

Por ejemplo, una de las voces más autorizadas sobre el terrorismo islámico, el israelí Gabriel Ben-Tasgal, aseguraba en una entrevista (4) que «Cataluña es el centro de planificación del yihadismo en toda Europa».

Ben-Tasgal señalaba elementos clave como “la cantidad de mezquitas radicales” que se pueden encontrar en la comunidad autónoma o la forma en la que en muchas localidades catalanes se puede observar un “fenómeno de penetración islámica de manual”.

A este respecto, incluso expertos de religión musulmana como la especialista catalana de origen marroquí Hannan Serroukh alertan de como está ocurriendo (5) esto en Cataluña: “Se está produciendo una captación aquí en Cataluña de líderes jóvenes, universitarios, formados, que han normalizado la idea de identidad islámica. Son jóvenes que han nacido aquí, que no son inmigrantes, son españoles, (…) que pueden llegar a ser futuros líderes con un potencial para instaurar un nuevo orden islámico (…). Son sus juventudes, como las tienen los partidos políticos. Son las juventudes islámicas”.

Los atentados de Barcelona y Cambrils del verano de 2017 fueron la primera irrupción violenta de ese terrorismo yihadista en la propia Cataluña, y las sombras alrededor de la actuación de la policía autonómica, sometida a criterios políticos en lugar de a criterios de eficacia, hacen prever que una Cataluña independiente sería aún más un foco de irradiación de terrorismo yihadista y que desde allí se podría desestabilizar buena parte del Mediterráneo, lo que sin duda no es una buena opción estratégica para Israel.

Un golpe para los judíos en España

En este momento la comunidad hebrea española es de unas 45.000 personas que, más allá de las campañas antiisraelíes promovidas por una minoría de fanáticos, vive perfectamente integrada y se siente cómoda compartiendo y sintiendo sus diferentes identidades: españoles y judíos, madrileños, andaluces o catalanes en su caso…

Esta comunidad, profundamente sionista e identificada con Israel, ha visto como en los últimos años la España democrática ha hecho un esfuerzo cultural, social y político por recuperar y reconciliarse con su pasado judío. Ha habido gestos diplomáticos e institucionales e incluso iniciativas legales como la Ley de nacionalidad española para sefardíes promulgada en 2015.

Durante Yom Kipur los judíos de España hacen una plegaria primero por el Rey de España y su gobierno, y luego por el Presidente de Israel, su gobierno y los muchachos y muchachas del Tzahal. Esta costumbre ejemplifica a la perfección cómo se mantienen lealtades compartidas y compatibles. Para la comunidad hebrea española, como para otras de la diáspora, es fundamental poder seguir siendo leales a la vez al país donde residen y a la patria de todos los judíos, e Israel no debería ponerla en la tesitura de tener que tomar partido entre sus lealtades. Sería injusto y además un error, ya que estas comunidades juegan un papel importante en el apoyo internacional a Israel.

Pero, además, podría colocar a toda la comunidad y sus miembros en una situación muy difícil: por su abierta identificación y apoyo al Estado de Israel, no es descabellado pensar que muchos españoles los verían en parte responsables de una decisión en la que, obviamente, no tienen ninguna responsabilidad.

Por otro lado, tal y como señalaban en su manifiesto Judíos de Cataluña (6) -un grupo de judíos catalanes unidos por su rechazo al separatismo- “la Historia nos enseña que los extremismos, los procesos guerracivilistas, la anarquía y el desgobierno suelen acabar teniendo a los judíos como víctimas propiciatorias”. Una reflexión que hay que leer a la luz del ingrediente claramente antisemita del separatismo imperante que ya hemos denunciado en este mismo documento.

Los autores de ese manifiesto también recordaban muy oportunamente que un elemento esencial de la tradición judía -el principio de dina demaljuta dina– pasa por el respeto a las leyes vigentes allí donde se viva, y esas normas, que son las de una democracia perfectamente homologable a la de cualquier estado occidental, son la Constitución Española y el Estatuto de Cataluña que el separatismo vulnera completamente: “Sabemos que -explica el texto- al respetar la Carta Magna de nuestro país, honramos fielmente la ley y la tradición judías que nos obligan a proceder de acuerdo a las normas y la autoridad legítima de la Nación. Somos fieles a nuestro legado y agradecidos con el país al que retornamos, la tierra que acogió a nuestros antepasados y en la que vivimos y que nos ha permitido prosperar”.

En este sentido, es importante recordar que de producirse una independencia de Cataluña esta sería la culminación de un proceso, no sólo absolutamente ilegítimo desde el punto de vista histórico, sino también abiertamente ilegal, tanto considerando la legislación española, que sólo reconoce la soberanía del pueblo español en conjunto y en ningún caso la de una de sus partes, como si tenemos en cuenta las leyes internacionales que, en ningún caso, reconocen el derecho de autodeterminación de una región que, no lo olvidemos, lleva más de cinco siglos integrada en la misma unidad política que el resto de España. Este mismo principio viene, por cierto, en la Ley Básica de Estado-Nación del Pueblo Judío recientemente aprobada por la Knesset.

Conclusiones

Como hemos podido ver, incluso en el caso de que España cometiese el error de reconocer el estado palestino, Israel cometería un error aún mayor si reconociese la ruptura ilegal de una parte del territorio español.

Un reconocimiento que debilitaría extraordinariamente a Israel desde el punto de vista diplomático, haciendo más que complicadas las relaciones con un actor de la envergadura de la Unión Europea; que no serviría para tener un nuevo aliado ya que, como hemos demostrado, la vertiente predominante del separatismo catalán es furibundamente antisemita; que contribuiría a crear un pequeño estado extraordinariamente débil frente al yihadismo; y que, finalmente, sería un golpe muy duro para la comunidad judía española.

Lista de enlaces:

(1) https://www.libertaddigital.com/internacional/oriente-medio/2017-11-05/el-presidente-de-israel-al-aterrizar-en-madrid-viva-espana-1276608606/

(2) https://a-com.es/los-vasos-comunicantes-en-cataluna-independentismo-y-yihadismo/

(3) https://www.jpost.com/Opinion/Why-Israel-should-oppose-the-Catalonia-referendum-506267

(4) https://www.libertaddigital.com/internacional/oriente-medio/2015-10-11/gabriel-ben-tasgal-cataluna-es-el-centro-de-planificacion-del-yihadismo-en-toda-europa-1276558938/

(5) http://www.elmundo.es/cataluna/2018/08/21/5b7b0b94e5fdea421d8b4648.html

(6) http://www.judiosdecatalunya.com/manifiesto/