El ataque a la Embajada de Israel refleja que la Primavera Árabe puede convertirse en el Invierno Fundamentalista

Después del asalto a la Embajada de Israel en El Cairo el pasado viernes 9 de septiembre, por el cual el gobierno egipcio, entre otras acciones, ha tenido que desempolvar la Ley de Emergencia que se comprometió a derogar tras la caída de Mubarak, la preocupación por el deterioro de la paz entre ambos países se hace cada día más latente.

Sal Emergui, corresponsal en Israel de El Mundo, con un tono pesimista afirma que Israel sabe que nada será igual con Egipto, según leemos en la edición escrita de este domingo.  Pero tanto el gobierno egipcio como el gobierno israelí se han mostrado prudentes y deseosos de mantenter  los acuerdos de paz entre ambas naciones. El premier israelí, Benjamín Netanyahu, agradeció el trabajo del  comando de élite egipcio que rescató a personal diplomático israelí del linchamiento y también la posterior actuación de las fuerzas de seguridad apresando a 130 implicados en el asedio. Incluso una delegación israelí de alto nivel ha aterrizado en El Cairo, apenas 24 horas después, para solventar las tensiones e intentar trabajar con las autoridades egipcias para calmar la ira popular contra Israel. Además, la condena internacional, incluída la del gobierno de España, ha sido un alivio para el Estado de Israel, desmesudaramente presionado en los foros internacionales.

Sin embargo, con el décimo aniversario del 11-S presente, las preguntas que deja este ataque llevado a cabo por una turba encolerizada de ciudadanos egipcios son cruciales para entender y afrontar la deriva que puede tomar la Primavera Árabe. Las dictaduras de Ben Alí en Túnez  y la de Mubarak en Egipto han caído gracias a revueltas ciudadanas -la dictadura del coronel Gadafi en Libia precisó de una guerra, y la Siria de Bashar el Assad emplea una dura represión, en números y en métodos, contra los opositores- que pedían democracia, libertad y prosperidad. Es cierto. Pero cuando esa misma ciudadanía –un grupo de jóvenes opositores egipcios acusa a fuerzas leales a Mubarak del ataque con el objetivo de desestabilizar el país, pero por ahora es solo una opinión-  o al menos una parte importante -no olvidemos que en la Plaza Tahrir podíamos ver  pancartas y fotos de Mubarak con una estrella de David- en lugar de trabajar por un futuro mejor, crear instituciones democráticas sólidas o preocuparse por formar una clase media y una sociedad civil crítica y responsable, se dedica a asediar la Embajada de un país extranjero con el objetivo de acabar con todo a su paso, es que el camino que está tomando la transición no es el correcto, y por tanto, que muchos movimientos protagonistas en la sociedad egipcia quieren un remake de lo que ocurrió en Irán en 1979.

 

Los atacantes derribaron el muro que protegía la Embajada con martillos y barras de metal

Según Daniel Pipes, director del Middle East Forum, el ejército,  que ostenta el poder desde la caída del anterior régimen, no es secular, pero sí utiliza el miedo ante un golpe islamista de la Hermandad Musulmana. Aun así, tanto si el ataque a la Embajada fue tolerado por el actual gabinete egipcio, como si únicamente es una acción de la Hermandad Musulmana y sus grupos acólitos, avivar el sentimiento antisemita contra el Estado de Israel sólo conducirá a una radicalización imparable de la sociedad egipcia que traerá consigo otro régimen, totalitariamente más férreo que el anterior, muy peligroso para la seguridad de Israel y de todo el Oriente Medio, amén de un efecto dominó en los países no islamistas de la zona.

Por tanto, si el nuevo gobierno de Egipto no hace los deberes y tolera  actitudes hostiles hacia Israel , la Primavera Árabe podría convertirse, según ha dicho el general israelí Eyal Eisenberg, en el Invierno Islamista.