COMUNICADO: en respuesta a la declaración del Ministerio de exteriores

Los Ministerios de Asuntos Exteriores de España, Alemania, Francia e Italia emitieron la semana pasada una declaración conjunta que despierta nuestra alarma por extemporánea e injusta. Parece como si se aprovechara una vez más a Israel para desviar la atención de nuestros serios problemas domésticos, identificando culpables de conflictos ajenos desde la más penosa simplificación. Se diría que están simulando una orientación común en materia de política exterior que en realidad le está faltando a Europa en un contexto internacional altamente complejo. Tan complejo como para provocar profundas discrepancias entre Alemania y Francia, cuya alianza es fundacional en la Unión Europea, desde que la guerra de Ucrania empezó a sembrar el mundo de incertidumbre.

La declaración insiste en llamar “territorios ocupados” a territorios en disputa, e incluye gratuitamente en ellos a Jerusalén Este; subraya la “violencia ejercida por los colonos” y ninguna otra, como si los continuos ataques terroristas contra la seguridad de Israel no existieran; propugna “la solución de los dos Estados” obviando que cuando tal vía ha estado al alcance de la mano han sido los representantes de los palestinos, más los distintos enemigos históricos de Israel, los que la han bloqueado por todos los medios. Una tónica que se remonta al ataque bélico de todos sus vecinos el mismísimo día en que el hogar de los judíos proclamó su independencia.

Un mínimo pudor y un básico conocimiento de su propia historia debería impedir a los firmantes valerse una y otra vez del comodín de Israel, eterna víctima propiciatoria. He ahí de nuevo, como en una pesadilla recurrente, al chivo expiatorio favorito del continente. Hoy se presenta bajo la apenas disimulada forma del prejuicio renovado, del desvío de las culpas, del blanqueamiento del terrorismo, de su financiación indirecta y, de forma paralela, del uso de una especial severidad, de un baremo diferente cuando se trata de juzgar al pequeño Estado al que fueron a parar tantos europeos supervivientes de la atrocidad. Con tantos espectros del siglo XX a sus espaldas, al menos tres de los países firmantes de la declaración deberían ser más cuidadosos. No se trata de no evaluar peligros: se trata de no mentir, de no escoger sistemáticamente los hechos y las palabras que más puedan lesionar a Israel y de omitir, de forma no menos constante, aquello capaz de despojar a los grupos palestinos de su disfraz y a los Estado europeos de la cantinela de una solidaridad hemipléjica.