Discurso de S.M. Felipe VI en Jerusalén

Con motivo de los actos del 75° aniversario de la liberación del campo de
exterminio de Auschwitz, el Rey Felipe VI ha sido ha sido el encargado de
representar a los distintos Jefes de Estado asistentes. Reproducimos
íntegramente su discurso del 22 de enero en el Foro Mundial del Holocausto.

Es un gran honor dirigirme a vosotros esta noche, al reunirnos para el V
Foro Mundial del Holocausto de mañana. Es una reunión destacada de líderes
mundiales comprometidos con la memoria, con una causa justa y con una
obligación moral.

Gracias Presidente Rivlin. Y gracias por sus sabias palabras, que siempre
son una fuente de inspiración.

Estoy seguro de que cada uno de los presentes tendría pensamientos para
expresar en este evento histórico. Yo sólo trataré modestamente de condensar
algunos de ellos, con la esperanza que os sintáis representados.

75 años después, el mundo no olvida, el mundo aún recuerda y se
compromete a estar atento, vigilante. Esto es lo que esta impresionante reunión
ha decidido, hoy y aquí, proclamar con firmeza y claridad.

Nuestro gran pensador judío Moisés Maimónides, nacido en Sefarad, en la
ciudad de Córdoba, escribió en la Edad Media, siguiendo los pasos de otros
grandes pensadores: “Todos los grandes males que los hombres se causan entre sí
se originan en la ignorancia”. Indudablemente, la Humanidad ha sufrido sus
horas más oscuras cuando millones de vidas inocentes, innumerables comunidades,
fueron destruidas abruptamente por el odio ciego, perverso e ignorante.

Y es que no hay mayor mal que el derivado de ignorar que todos los
hombres y mujeres son iguales, que cada ser humano ha sido receptor de la mayor
dignidad. No hay mayor irresponsabilidad que sentirse superior a otros, cuando
la gente se cree con derecho a discriminar, a aceptar la intolerancia o
promover el resentimiento hacia otros por intereses políticos, extremismo
político u odio racial.

Podemos hallar el remedio a tal desprecio malicioso e inmoral de la
dignidad del “otro”, ante todo y sobre todo, en el ejemplo de aquellos que
sufrieron de esa enemistad asesina. (…) Y mañana en Yad Vashem tendremos el
honor de encontrarnos con algunos de los sobrevivientes de los campos de la
muerte.

Durante décadas, estos hombres y mujeres nos han iluminado sobre la
importancia de mantener viva la memoria de su terrible experiencia. Olvidar la
Shoá no sólo sería un deshonor a la memoria de millones de víctimas, sino que
también sería extremadamente peligroso.

Sin embargo, sabemos bien que a pesar del profundo esfuerzo de quienes
nos dieron (y nos siguen dando) su testimonio personal y el de sus familiares,
y la poderosa inspiración que ello significa para nosotros, solamente con
recordar, desafortunadamente, no es suficiente. También sabemos que la barbarie
puede crecer cuando menos se le espera, incluso inmersos en un hábitat de
tecnología y cultura avanzada. Nunca estamos plenamente a salvo de ella, y en
diferentes grados, vemos aún hoy cómo golpea fuerte en distintas partes de
nuestro mundo.

Es claro que no podemos mirar hacia otro lado. Debemos perseverar en la
implementación y la enseñanza de acuerdo a los principios y valores de la
Declaración Internacional de Derechos Humanos.

Hemos venido hoy Señor Presidente Rivlin, no sólo para presentar nuestro
respeto por los supervivientes y nuestra repugnancia por lo ocurrido hace no
tanto tiempo en Auschwitz-Birkenau y muchos otros sitios.

Estamos aquí también, quizás primordialmente, para mostrar nuestro inquebrantable
compromiso a dedicar todos los esfuerzos necesarios en nuestros respectivos
países, a la lucha contra la intolerancia ignorante, el odio y la total falta
de empatía humana que hicieron posible el Holocausto. Porque prevenir esa
enfermedad de la civilización, es una responsabilidad colectiva, pero también
individual. No puede haber lugar para la indiferencia ante la presencia del
racismo, la xenofobia, el discurso de odio y el antisemitismo.

Desgraciadamente, somos testigos hoy en día de un aumento en los
despreciables ataques a judíos en diferentes partes del mundo. Tantas veces en
la historia, la animosidad contra judíos ha demostrado, vergonzosamente, ser un
síntoma y un claro ejemplo de intolerancia y aversión hacia otros diferentes.

Teniendo un pasado judío rico y complejo y una comunidad judía vibrante,
España ha decidido crear un marco sólido de reglas e iniciativas para combatir
sin descanso el antisemitismo y toda forma de xenofobia y racismo. Hay, por
supuesto,  muchas otras naciones, tanto aquí presentes como otras, que
están realizando esfuerzos similares y avanzando en ello.

Pero aunque yo me mantengo optimista, sé (todos lo sabemos), que siempre
necesitaremos perseverar juntos a fin de que esas palabras, tantas veces
repetidas, “nunca más”, sigan siendo nuestra guía y nuestro principio perenne.

Nunca más, Leolám lo Od.

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