La prensa israelí es la raíz de todos los males
Por su interés, publicamos columna de opinión de Kalman Libeskind en Maariv. Libeskind, conocido periodista de Israel, aborda en su texto los recientes hechos acaecidos en Tel Aviv, como punto de partida hacia una visión global de la sociedad israelí, con un enfoque especial en los últimos acontecimientos sobre la reforma judicial en el país.
La prensa israelí es la raíz de todos los males. Así lo demuestran los acontecimientos de Yom Kippur en la plaza Dizengoff de Tel Aviv: sólo una prensa enferma puede considerar que, cuando intolerantes atacan a fieles y estos en respuesta se defienden, se convierta al organizador de la oración en el agresor.
La prensa israelí es la raíz de todos los males. No un poco, no de forma tangencial, no de aquella manera… Es la raíz de todo el mal, simplemente es así. Tiene una gran fuerza para catalogar cada evento, cada declaración y cada acción según su capricho, según su cosmovisión. Nada de lo que sucede en el espacio público israelí tiene valor propio hasta que los medios de comunicación lleguen y lo definan.
Los hechos son para la prensa como material en manos del Creador. A su voluntad se endereza, y a su voluntad se dobla. A su voluntad dice que algo es bueno y esto otro es malo, y a su voluntad, es capaz de decir lo contrario. A su voluntad, dice quien tiene razón y quien no, y a su voluntad, permuta esos mismos roles. En su forma de ver el mundo, un determinado hecho se determinará como legítimo, y en su legado, otro se recordará como algo que ha cruzado todas las líneas rojas.
Érase una vez, por ejemplo, que cualquiera que amenazara con negarse a cumplir el servicio militar, tenía claro que, de hacerlo, sería atacado públicamente, y que pagaría un alto precio por su “Sarbanut” (Objeción). Pero los medios de comunicación vinieron el año pasado, y otorgaron un certificado kosher a quienes condicionaban su servicio militar.
Si Betzalel Smotrich, Ministro de Finanzas de Israel, les parece un extremista, o si el Ministro de Justicia Yariv Levin promueve una reforma con la que los medios no están de acuerdo, para ellos estará perfectamente aceptado que que los asentamientos de la frontera norte tengan que defenderse solos cuando sean atacados en la próxima guerra, ya que no tienes la menor intención de enrolarte.
Antes, para todo ciudadano israelí estaba claro que si intentaba profanar el Día de Conmemoración (Iom Ha-Zikaron) de las Fuerzas de Defensa de Israel recibiría un golpe del que sería difícil recuperarse, pero hace unos meses los medios de comunicación también normalizaron esta situación.
Érase una vez (es decir, hace tanto tiempo como una semana), que para todos los niños de Israel quedaba claro que un ataque contra fieles judíos, como el ocurrido, habría aparecido en la portada de cualquier medio junto con el destacado título «ataque antisemita». Hasta ahora era algo que si alguien se atrevía a hacerlo, sería condenado y ya no podría presentarse en público. Este año también se ha normalizado esto.
El Estado de Israel se ha convertido en el único lugar en todo el mundo donde los hooligans pueden reventar la liturgia pública de Yom Kipur, gritar a los asistentes «¡dais vergüenza!», usar silbatos para interferir al toque del shofar, atacar a los fieles, acosarlos, quitarles la indumentaria religiosa, silbarles al oído, dispersar sus Sidurim de oración, acosarles con móviles en la cara, gritarles «¡religiosos, fuera de Tel Aviv!», y aun así, esos hooligans ser percibidos como el lado bueno de la sociedad. No hay otro lugar en la tierra que tenga unos medios de comunicación tan distorsionados y enfermos como los nuestros, que desde hace varios días optan por apalear a las víctimas de este ataque desde todas direcciones, quienquiera que haya organizado la oración, y convertirlos en los malos de esta historia.
Había que frotarse los ojos asombrados para creer que lo que estaba sucediendo frente a nosotros era real. Que un momento después de la brutal acción de los manifestantes frente a una serie de sitios de oración en Tel Aviv, un montón de periodistas y medios de comunicación se alineasen y competiesen entre ellos para ver quién puede aportar pruebas más palpables de que Israel Zaira, presidente de la organización Rosh Yehudi, es el extremista de toda esta historia. Esto no es más que un intento psicótico por desviar la atención. La atención se debería haber puesto en todos esos secularistas radicales y a sus partidarios en la prensa, porque la historia en sí es simple y clara. Cualquiera puede pedir permiso al Ayuntamiento de Tel Aviv para celebrar un evento en su espacio público. Puede ser de izquierda o de derecha, religioso o laico, extremo o moderado, partidario de la reforma judicial o un fuerte opositor al cambio de la premisa de razonabilidad. Nadie tiene permiso para dañar, atacar y reventar cualquier evento de este tipo, y cuando alguien usa la violencia, no puede venir el “Consejo de Sabios de la Torá” del Noticiero de Canal 12, o de la radio Reshet B, a encubrirlo, afirmando que el organizador “es un extremista”. Resulta vergonzoso tener que explicar esto.
Dejemos de lado el hecho de que ya es horrible impedir que los fieles judíos hiciesen sonar el shofar durante la oración final. Vayamos a un ejemplo más sencillo. Imagínense si extremistas reventaran un acto público de Shikma Bresler, una de las principales caras contra la reforma legal, impidiéndole hablar, y le espetarán que lo hacen porque ella es una extremista, ya que recientemente comparó a los miembros de la coalición de gobierno israelí con los nazis. ¿Habría alguna posibilidad de que el noticiero del Canal 13 perdonase a los atacantes, justificase esas acciones, pasando a dedicar largo tiempo a promover editoriales afirmando que los reventadores del acto tienen razón, que Bresler es realmente un personaje extremista y problemático? Sería una locura absoluta, ¿verdad? Bueno, eso es exactamente lo que pasó aquí, en Tel Aviv, esta semana.
Un programa intentó convencer de que Zaira quiere convertir a todos los laicos. Otro programa intentó demostrar que había estado planeando eventos religiosos durante años. Un tercer periodista reveló que Zaira dijo una vez que no estaría dispuesto a casar a dos lesbianas. Amigos, ¿a quién le importa? ¿Te parece extremista este hombre? No reces con él. ¿Alguien te obligó a salir de casa en medio de Yom Kipur y unirte al Minián que están organizando? Ve a orar con la comunidad LGBT, ve a orar con la comunidad reformista, ve a rezar con la comunidad de fans de Hapoel Kfar Qasem, y si no te apetece, no vayas a orar en absoluto. Este es un país libre, haz lo que sea que tú quieras.
¿En qué mundo una serie de acontecimientos, en los que fieles son atacados por manifestantes llenos de odio, se convierte en una discusión sobre la visión del mundo del organizador del acto atacado? En general, durante ocho meses los medios le vienen regalando legitimidad a cada acto radical, a cada persona radical. Ehud Barak compara al Primer Ministro de Israel con Hitler, ¿pero eso impidió que alguno de ustedes, periodistas, a entrevistarle con mil veces más respeto con el que entrevistaron a Zaira esta semana después del ataque sufrido? El colectivo «Hermanos de Armas” anunció que apoyará a quienes no se incorporarán al servicio de reserva. ¿Esto los convirtió en personas non gratas en algún medio de comunicación? ¿Es Israel Zaira el único extremista que anda por aquí y que exige un trato especial?
Cuando Raad Salah organizó recientemente una plegaria islámica en el espacio público de Yafo, ¿alguno de ustedes se molestó en discutir el caso de este hombre, que niega la legitimidad del Estado de Israel, que fue condenado por incitar y apoyar el terrorismo, y cuya organización ha sido prohibida por sus actividades ilegales? ¿Está prohibido hablar de eso, o es que Israel Zaira es su único problema?
Escuché a Effie Trigger, presentador del periódico matutino de Galei Tzahal, cuyo programa, desde hace más de seis meses, suena más a una manifestación contra la reforma que a un programa de noticias: «Antes de las entrevistas», afirmó, «algunos hechos que no se pueden discutir: la organización Rosh Yehudí es una organización extremista. Su fundador dice ‘queremos promover la religión’. Trabaja para introducir un tipo de religión muy, muy específico en el espacio de Tel Aviv. Como meter el dedo en el ojo, Rosh Yehudí es un Foro Kohelet o Im Tirtzu en la vida vida religiosa».
Dígame, señor progresista, ¿en qué clase de mundo está permitido atacar a alguien cuya visión del mundo no es la suya, con la que no está de acuerdo? ¿En qué mundo, después de un ataque tan salvaje, lo que debería preocupar a periodistas como usted es poner el foco sobre sobre quienes perpetran el ataque y no en los atacados? ¿En qué realidad está prohibido que una persona quiera promover la “religión”, la “enfermedad” o la percepción de la obesidad como ideal de belleza?
Trigger ha sido otro de tantos soldados en esta campaña. En el Canal 13, intensificaron sus esfuerzos y trajeron grabaciones del rabino Yehoshua Shapira, y explicaron que en su visión las fortalezas seculares de Tel Aviv se volverían religiosas. Él no es parte de la organización (Rosh Yehudi), pero fue invitado a dar una conferencia allí y presentó el objetivo a los activistas. ¿Lo captas? Él no es parte de la organización Rosh Yehudi de Zaira, pero como las grabaciones son útiles para la causa, entonces, aunque esas grabaciones sean parciales, estén desconectadas,…las utiliza a conveniencia, porque…¿para qué estropearlas?
Amigos de los medios, estáis intentando cegarnos los ojos. No me importa quién es el rabino Shapira, quién es Israel Zaira y qué quiere Rosh Yehudi. En el ejercicio de la libertad en Tel Aviv, esa libertad que ustedes nos dijeron que existe en Israel, una organización judía puede intentar si quiere convencer a la gente de que se ponga de cabeza y mueva la cola. ¿No es adecuado para ti? No vayas a sus conferencias, no vayas a orar con él. Y si decides ir y atacarles, tú eres el malo, no al contrario. El que ataca a una mujer en la calle no puede justificar que le pareció “promiscua”, y con esa excusa, gozar del apoyo de una prensa que se tenga por sensata. Puedo llenar fácilmente dos páginas aquí con las citas llenas de odio de Yair Lapid contra los derechistas, contra los ultraortodoxos, contra los residentes de Itamar y contra todos aquellos a quienes su planificador de campaña le sopló que estaba bien blasfemar en ese momento. ¿Me ayudará esto como defensa cuando reviente algún acto público suyo?
La cima de esta locura se alcanzó el pasado miércoles cuando Yaron Avraham, un periodista de News 12 a quien respeto y aprecio, entrevistó a Eyal Meirovitz, quien anteriormente colaboró con Israel Zaira. Meirovitz, un antiguo vecino de Tel Aviv, un hombre que no usa kipá, una vez regentó un café en el piso inferior de un edificio en cuyo piso superior funcionaba una sala de estudios de Zaira (Beit Midrash). «Esta combinación, de ‘comprar un café, recibir una lección de oración en lugar de un pastelito’, me parece bastante extraña«, afirmó Avraham. «No se trataba de comprar un café y recibir una clase«, explicó Meirowitz, «había un café vegetariano abajo con comidas, y las clases se daban arriba, los que querían subían a las clases y los que no, no«.
Avraham continuó dando a entender que se trata de una forma sofisticada de “pescar” las almas blandas de inocentes bebedores de café. «¿Qué es ‘los que quisieron querer y los que no quisieron no quisieron?” ¿Le dijeron que esa noche había una clase de religión?
Meyerowitz continuó explicando: «Había carteles, había un anuncio que la organización Rosh Yehudi puso en ese momento, era una opción para quien quisiera venir«. Abraham no se rindió. “Pero hubo quienes te dijeron: ‘Déjame en paz, vamos, solo vine a tomar un café, ¿por qué me empujas a tomar una clase de judaísmo ahora?’… Te escucho, y eres una persona muy abierta, ¿es posible que hayas caído en una trampa aquí. Que hayas sido utilizado. Existe tal posibilidad? ¿Puede ser que Israel Zaira encontró una presa fácil, una persona abierta y liberal?».
Meirovitz no entendía lo que Avraham quería de él. «Por supuesto que no, lo hice felizmente«, respondió con una sonrisa, y también trató de explicar, en vano. «Nosotros, los residentes de Tel Aviv, estamos siendo agraviados, porque Tel Aviv siempre ha sido una ciudad pluralista. Así como es impensable que haya una ciudad sin árabes o sin negros o sin gays, también es imposible que allí vaya a existir una ciudad sin gente religiosa.»
Avraham continuó luchando. «Pero estoy seguro de que no cierras los ojos ante el hecho de que había un plan subversivo y ordenado, como es llegar a un bastión progresista, como es tu café, y causar un impacto allí. Tal vez sea un poco socavando un poco el orden existente«. «Bueno, según esa lógica, alguien puede decir que el desfile del orgullo gay en Jerusalén vino para socavar el orden en Jerusalén«, respondió el dueño del café, «creo que así como hay pleno derecho a realizar un desfile del Orgullo en cualquier ciudad del país, Israel Zaira tiene derecho a establecer un cetro religioso, incluso si él quiere ser el más conversor al judaísmo. No tienes que aceptarlo y hacer lo que te diga«.
Vi esa entrevista y me arranqué los pocos pelos que me quedan: una organización que busca enseñar la Torá y el judaísmo era presentada como una organización pedófila que intenta aprovecharse de niños inocentes. Debido a la idea de las personas que se tienen a sí mismas como progresistas, esas personas no pueden soportar que alguien invite a otra persona a una clase de Torá. Hay que destacar que en este café se impartieron conferencias de Yossi Beilin sobre la importancia del proceso de paz, ¿eso también sería problemático para ellos? ¿Cuál es vuestra historia, amigo en los medios? ¿Qué tan retorcido puedes llegar a ser? ¿Alguien debería preguntarte qué les permites hacer en su café? Cada uno intentará convencerlo de lo que quiere y, si no tiene ganas de escuchar, confórmate con un expreso y un strudel de manzana. Y sigue tu camino.
Érase una vez, cuando las historias «de conversión a la religión» comenzaron a publicarse, los medios apuntaban a una audiencia cautiva. La gente laica venía y afirmaba que su hijo de tercer curso recibía demasiadas lecciones bíblicas y que no tiene capacidad para objetar. Yo no estaba de acuerdo con sus afirmaciones, pero entendí lo que querían. Todo el Estado de Israel se está convirtiendo, y para ello se organiza conferencias, lecciones y oraciones durante el día, la noche y en medio del tiempo asignado para el Año Nuevo. No quieren, no vengan. ¿Cuál es la discusión aquí?
Todos los sábados por la tarde la gente se reúne en la calle Kaplan de Tel Aviv e intenta convencer de que la reforma legal es mala. También son, a mis ojos, una especie de misioneros. También intentan convencerme de todo tipo de cosas en las que no creo. Si no me conviene escucharlos, no voy allí. Con mis propios ojos, vi en vallas publicitarias en la calle de una ciudad, anuncios en los que alguien había invertido mucho dinero en ellos, y que intentaban convencerme de comer una pasta específica, de una empresa específica, alegando que es “la más deliciosa de todas las pastas”. Bueno, ¿alguien tiene algún problema con esto? ¿Desde cuándo hay un problema con que alguien intente convencer a otro sobre algo en la esfera pública? ¿Hasta qué punto se puede degenerar el estúpido discurso periodístico?
Esta semana escuché la afirmación de que la gente de Rosh Yehudi no son habitantes “reales” de Tel Aviv, sino personas que vinieron de fuera de la ciudad para cambiar el carácter de la misma. No sé por dónde empezar a abordar esta afirmación. Después de todo, Zaira no rezó allí solo. Oraron con él este año y en los años que han pasado cientos y miles. ¿Vinieron todos a Tel Aviv desde Beer Sheva y Atlit? Más allá de eso, ¿qué más me da la procedencia de gente que participa en la oración de Yom Kipur en las calles de una ciudad del Estado judío? Lo que sí sé es que varios elementos extremistas en Jerusalén han expresado exactamente la misma afirmación durante años contra el Desfile del Orgullo Gay. Es cierto que el propio Israel Zaira nació en Tel Aviv, pero si alguien quiere afirmar que algunos de sus amigos vinieron a la ciudad desde fuera, le responderé que estoy bastante convencido de que no todos los gays y lesbianas que marchan en Jerusalén en el Desfile del Orgullo nacieron en Katamon o en la Ciudad Vieja. También incluyen a miembros de la comunidad LGBT de Tel Aviv y Rejovot. Y nuestros medios nunca les han preguntado por qué vienen a “provocar” a una ciudad que tiene un carácter conservador. ¿Por qué? Porque así como Jerusalén no es propiedad privada del líder hasídico Admor de Gur, tampoco Tel Aviv es propiedad privada de su alcalde o de unos pocos periodistas cuya piel brama contra el judaísmo.
Todas las entrevistas que escuché esta semana partían de la premisa de que los líderes judíos violaron una orden judicial. Muchos han escrito esto antes que yo, pero repetiré que es una tontería. Primero, porque el tribunal no emitió ninguna orden, sino que rechazó una petición que se presentó contra una condición establecida por el Municipio de Tel Aviv y donde limitaba la «separación por medios físicos». Esto significa que si alguien violó algo, es el procedimiento del Ayuntamiento de Tel Aviv y no el fallo de la Corte Suprema.
Sigamos. El procedimiento del municipio en el que el tribunal no interfirió, no prohibía la segregación. Definitivamente no. Prohibía, como ya se ha mencionado, «la separación de género por medios físicos». Y es por eso que Israel Zaira explicó esta semana que colgaron varias banderas para marcar a quienes quieran dónde está la zona de los hombres y dónde la de las mujeres, sin separarlos «físicamente», y era una realidad que cualquiera podía moverse de una zona a otra libremente. Pero dejémonos a un lado la interpretación de Zaira. Al comandante Micha Gafni, alto oficial de policía que se encontraba en la plaza, le preguntaron en tiempo real por qué no intervino y quitó las banderas, y respondió claramente: «Lo que se está prohibiendo es un bloqueo físico, y esto no es un bloqueo físico».
Al día siguiente, en la tarde de Yom Kippur, el portavoz de la policía de Israel, Eli Levy, también fue entrevistado por mi amigo Iman Kasem en la radio Kan. «La decisión del tribunal se aplicó exactamente como lo decidieron los jueces«, dijo. ¿Dos oficiales no entienden nada? Sí, podría ser. Pero aun así, después de las declaraciones de los altos funcionarios encargados de hacer cumplir la ley que estaban en el campo, el hecho de que todo el discurso de los medios de esta semana se llevase a cabo sobre la base de la suposición de que los líderes judíos violaron el fallo del tribunal es sorprendente.
Pero sigamos adelante. Dejen al jefe de policía, dejen al portavoz de la policía, dejen lo que se puede entender fácilmente, al menos desde mi perspectiva, sobre la decisión del tribunal. Supongamos, sólo por el bien de la discusión, que lo que hizo la gente de Rosh Yehudi contradice completamente lo que determinó la municipalidad y lo que aprobó el tribunal. ¿Desde cuándo los manifestantes que visten camisetas de «democracia» o de «hermanos de armas» son el brazo largo del sistema de aplicación de la ley? ¿Crees que alguien violó un procedimiento municipal? Llama al departamento de inspección. ¿Crees que alguien violó la ley? Marca el número de la Policía y pide que acuda una patrulla.
¿Recuerdan los días en que hubo otra decisión del Ayuntamiento de Tel Aviv, la que permitía abrir los supermercados en Shabat, cuando estaba prohibido? ¿La misma política del municipio que la Corte Suprema llamó “Israel Bluff”? Ahora imagínese si los líderes judíos religiosos vinieran a esos supermercados, afirmaran que lo que están haciendo es ilegal y cerraran el establecimientos con sus propias manos. ¿Es posible que alguien en los medios los presente como caballeros de la justicia, para acto seguido atacar a la tienda de comestibles que violó la ley? ¿Y qué crees que sucedería si los fanáticos del Maccabi Tel Aviv llegasen y se ocuparán de los fanáticos del Hapoel que encienden bengalas? ¿Te imaginas que los manifestantes anti-reforma irrumpen y bloquean el tráfico, violando la ley, y un grupo de conductores o personas de derechas entran en la vía y los rechazan en nombre de la necesidad de respetar la ley? ¿Alguien puede imaginarse a los medios aplaudiéndoles?
De hecho, no hace falta imaginar: ya ha sucedido. Hace unos dos meses, manifestantes de izquierda establecieron barricadas y vallas en la autopista 4, bloqueando el tráfico. Los conductores que no tenían ganas de quedarse en medio del atasco en medio de su jornada laboral, bajaron de sus vehículos y despejaron las barricadas. El noticiero de Canal 12, la edición más vista en Israel, encontró una manera creativa de informar sobre esto. “En la carretera 4, manifestantes bloquearon un tramo de la vía en la zona central, y pintaron la frase ‘el país está en llamas’”, informaron, «otros ciudadanos se tomaron la justicia por su mano y decidieron abrir ellos mismos el bloqueo». Ahora explicadme quién «se tomó la justicia por su mano». Los mismos conductores que movieron las barricadas que obstruían el tráfico en la Ruta 4, o el grupo extremista de Tel Aviv que decidió no permitir que se celebrara una oración en la plaza Dizengoff en Yom Kippur, porque, en su opinión, esta oración contradice una decisión del municipio.
Y no penséis ni por un momento que estoy comparando los acontecimientos. Porque el bloqueo de la autopista 4 impide el libre tránsito a conductores inocentes, mientras que rezar en la plaza por Yom Kippur -cuando los lugares de trabajo están cerrados, cuando los cafés están cerrados, cuando no pasa nada en el espacio público – no obstaculizó el movimiento de ninguno de los manifestantes, que se molestaron al ver el rezo hasta el punto de reventar la plegaria.
Ahora díganme, ¿en qué mundo puede el periodismo defender estas leyes de la jungla, donde cualquiera que cree haber detectado una violación de la ley decide encargarse, con el uso de la fuerza, de ello?
Original publicado en Maariv