Los árabes israelíes ante las masacres del 7-O

Muchas informaciones que aparecen en los medios sobre Israel presentan al Estado judío como una entidad profundamente racista y chovinista con una hostilidad sistemática y obsesiva hacia los musulmanes árabes.

El primer cargo se desploma nada más fijarse en la amplísima gama de tonos de piel que se ven en la sociedad israelí. Hay israelíes de todas las razas y puede decirse de Israel que es una de las pocas sociedad humanas, si no la única, que han elegido libremente mezclarse, hasta diluir su inequívoca identidad europea, con nuevos inmigrantes de tez más oscura.

La segunda acusación implícita que suelen hacer los medios es aún más generalizada. Debido a la poca información que nos llega de las cuestiones internas es también bastante más difícil de refutar, pero sólo hace falta prestar un poco de atención para comprobar que carece de sentido.

Los árabes israelíes suman una población de más de dos millones de personas que suponen el 21% de la población total de Israel. Un 84% de los árabes israelíes son de religión musulmana, un 8 % profesan el cristianismo y el 8% restante son drusos. Los árabes israelíes tienen plenos derechos culturales, lingüísticos, políticos y por supuesto cívicos.

Pueden estudiar en su idioma, formar partidos políticos y presentarse a las elecciones. Pueden alistarse al Ejército y hacer carrera en todos los campos del sector privado y la administración pública y tienen, al igual que sus compatriotas judíos, todos los derechos y libertades que les faltan a la mayoría de ciudadanos del llamado mundo árabe, incluyendo los religiosos.

Esta realidad evidente suele sin embargo olvidarse en favor de temas más apetecibles para unos medios que tienen fijación en descalificar a Israel. Los árabes israelíes sólo son noticia cuando tienen alguna queja sobre la discriminación de la que son víctimas, aunque ésta no exceda en nivel ni sea más grave en naturaleza que la que pueda invocar cualquier minoría étnica, religiosa o lingüística en cualquier país de Europa o Norteamérica.

La cobertura selectiva que se da a la realidad árabe-israelí hace que muchos se imaginen una comunidad hostil a la mayoría judía del país a la que sólo el control y el miedo hace guardar lealtad al Estado que le ha tocado.

Esta percepción, y la pretendida comunión de intereses entre los árabes israelíes y los elementos antisionistas radicales que dominan la sociedad palestina que presupone, han sido sometidas a prueba por los acontecimientos que se vienen desarrollando en Israel desde las masacres del 7 de octubre a manos de Hamás.

Los estudios demoscópicos y numerosos hechos concretos de gran elocuencia apuntan en una dirección diametralmente opuesta. Lejos de aprovechar el shock que produjeron las masacres para alzarse contra sus conciudadanos y contra su Estado, como les animaban a hacer en internet predicadores radicales de todo el mundo, los árabes israelíes han cerrado filas con la comunidad nacional y política a la que tienen más claro que nunca que pertenecen.

Según una encuesta realizada días después de las matanzas y del comienzo de la operación israelí contra Hamás, el porcentaje de árabes israelíes que se identifican con el Estado de Israel ha alcanzado un máximo histórico del 70% que contrasta con el 48% (de árabes israelíes que se identificaban con su Estado) registrado en el mes de junio. (En azul, la identificación con el Estado de los israelíes judíos.)

En el momento más dramático para Israel, y cuando el Estado hebreo se enfrenta a las peores calumnias tanto desde el mundo árabe como desde la opinión pública de Occidente, los árabes israelíes optan masivamente por defender a los que consideran suyos frente a la amenaza existencial que el 7 de octubre consumaron los bárbaros.

Una amplia mayoría de árabes israelíes parecen haber entendido muy bien lo que los terroristas de Hamás volvieron a demostrar ese día: que Hamás no tiene planes mucho más benévolos para esta minoría israelí predominante musulmana que los que tiene para los israelíes judíos.

Decenas de árabes israelíes fueron masacrados junto a sus conciudadanos judíos en la razzia genocida de Hamás. Al menos 19 de ellos, civiles y militares, pertenecían a una comunidad beduina del desierto del Neguev. Otra de las víctimas, el joven de 23 años Awad Darawshe, fue asesinado en el festival de música atacado por los terroristas en el sur de Israel. Darawshe servía en el festival como paramédico. En vez de tratar de huir, cuando llegaron los terroristas decidió quedarse para intentar salvar vidas.

Uno de los vídeos divulgados más dramáticos de las matanzas muestra a un grupo de terroristas armados y vestidos con uniformes del Ejército israelí secuestrando brutalmente a un árabe israelí aterrorizado del que intentan obtener información para llegar al kibutz de Reim, en el sur de Israel. Entre crueles agresiones, sus captores le atan las manos y el hombre les implora desde el suelo clemencia “en el nombre de Alá”. Lejos de calmarse, los terroristas vuelven a llamarle perro y le contestan a gritos: “¿Ahora conoces a Alá? ¿Trabajabas para los infieles y ahora conoces a Alá?

Los musulmanes israelíes y todos los que viven en armonía con sus vecinos en sociedades no islámicas son para Hamás y sus aliados traidores sin dignidad que merecen la muerte. Muchos árabes israelíes lo saben, y han reaccionado en consecuencia cuando Israel se ha visto expuesto en toda su crudeza al salvajismo de los integristas.

Mientras se suceden las muestras de agradecimiento y reconocimiento del conjunto de la sociedad israelí a los muchos funcionarios públicos, soldados o simples ciudadanos de a pie que se jugaron la vida o la sacrificaron para asistir a sus compatriotas en medio de los pogromos, la sociedad tradicional beduina apela a sus valores más sagrados y se compromete a hacer justicia con quienes mataron, violaron, secuestraron y mutilaron en nombre de la religión que comparten con ellos.

El israelí de origen beduino Joad Abu Asa ha ofrecido en las redes y los medios israelíes una recompensa económica para todo aquel que ofrezca información sobre los terroristas que humillaron, torturaron y asesinaron mientras lo grababan en vídeo al hermano de Joad, Osama. Joad ha dejado claro que ve esta cuestión como una “disputa de sangre” y ha prometido que saldará las cuentas pendientes cueste el tiempo y los esfuerzos que cueste.

También beduinos son los soldados del Ejército israelí que se han comprometido arma en mano en un vídeo publicado en redes sociales a eliminar a quienes “mataron a mujeres y niños contradiciendo los preceptos religiosos” de los musulmanes.

“Estamos aquí para eliminaros a todos uno por uno. Preparaos, escondeos en vuestros túneles porque vamos a por vosotros. ¿Queréis convertiros en mártires? Pues no hay problema”.

Con motivo de su visita a un grupo de familias beduinas que tienen gente secuestrada en Gaza o han perdido a seres queridos en las masacres de Hamás y sirviendo en el Ejército de su país, Israel, el exmilitar de élite y diputado israelí Matan Kahana ha rendido homenaje al tributo que pagan estas familias por la seguridad y el bienestar de todos los israelíes con un emocionante mensaje en X.

“Incluso durante la guerra, hay un incremento del número de jóvenes beduinos presentándose en las oficinas de reclutamiento, y centenares de hombres de esta comunidad están literalmente implorando alistarse como reservistas”, ha escrito el diputado, que confía en que el refuerzo de la unidad nacional que Israel vive desde el 7-O ayudará a mejorar la integración de la minoría beduina en la sociedad.

En la escena política, el líder del partido islamista Ra’am, Mansour Abbas, no sólo ha condenado las matanzas de Hamás con mucha más claridad y contundencia que muchos líderes de opinión occidentales. También ha exigido la dimisión de uno de sus compañeros de escaño que, como muchos medios de Europa y EEUU, puso en duda que los terroristas hayan decapitado a niños.