Ministerio de Asuntos Exteriores: la narrativa obsoleta, la solución fracasada
El Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, ha emitido un comunicado mostrándose “profundamente preocupado por la decisión adoptada por las autoridades israelíes de construir más de 4.900 viviendas en la Cisjordania ocupada”.
La ministra González Laya debería explicar cuál es el peligro de que la extensión natural demográfica de barriadas judías ponga en riesgo una solución de dos estados, dado que en ningún caso este asunto está restringido en los Acuerdos de Oslo, que constituyen la hoja de ruta para dicha solución.
Esta exigencia es sobrevenida, adicional a dichos acuerdos, e impuesta unilateralmente por el liderazgo palestino, precisamente como excusa para no avenirse a las negociaciones bilaterales, que es lo que sí exigen dichos acuerdos. En este caso, el quinteto europeo mencionado en el comunicado del ministerio español (Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y España) están accediendo unilateralmente a una exigencia palestina que ninguna otra parte esencial de esas negociaciones reconoce. Todo revestido, eso sí, de pompa y charlatanerías engañosas.
Además, el ministerio acude a una narrativa partidista y falaz cuando habla de territorios ocupados, ya que bajo el derecho internacional se trata de territorios en disputa y cuya soberanía debe ser decidida, precisamente, mediante las negociaciones a las que la parte palestina lleva lustros negándose a acceder.
Con este tipo de declaraciones la UE no sirve a ninguna paz, y sí se ofrece como pretexto y coartada para la falta de voluntad de concordia por parte del muy corrupto liderazgo palestino. Un liderazgo tan desacreditado que hasta altos dirigentes de países árabes lo han venido culpando en las últimas semanas de los históricos fracasos en la búsqueda de un entendimiento.
En el terreno estupefaciente del comunicado del MAEC se encuentran sus observaciones inmiscuyéndose en decisiones administrativas de un gobierno extranjero en materia urbanística y la política del gobierno israelí sobre la ilegalidad de construcciones que no cuentan con los perceptivos permisos y que afectan por igual a cualquier habitante de Israel con independencia de su adscripción política o la minoría a la que pertenezcan.
Igualmente llamativa es la mención expresa a los otros países que en este caso se permiten censurar a la única democracia en Oriente Medio. Así omite convenientemente el comunicado el número mayoritario de nuestros socios europeos que NO insisten en la crítica sistemática, unilateral y compulsiva de Israel. Resulta curioso que, en las ocasiones en las que muchos de los países que ahora menciona el MAEC como críticos con esta decisión particular apoyan a Israel, nuestro ministerio suele elegir no alinearse con ellos sino mantener un silencio cómplice de la cleptocracia palestina o de sus apoyos yihadistas.
Para que todos puedan entender la alevosía de este comunicado hay que ser claro: si España no emite un comunicado cada vez que se construyen viviendas para marroquíes en el Sahara, para turcos en el norte de Chipre, o incluso para británicos en Gibraltar, hacerlo cada vez que Israel anuncia que va a construir casas para judíos en Judea y Samaria sólo puede estar motivado por una obsesión compulsiva y enfermiza contra el Estado Judío.
La política exterior del Gobierno de España por lo que se refiere al conflicto árabe israelí persevera en una narrativa obsoleta y continúa subscrita a soluciones fracasadas. El paradigma ha cambiado, pero el Gobierno Español prefiere estancarse en el pasado, sin tan siquiera vislumbrar que ya existe una nueva realidad en Oriente Medio. Tomar como asunto central para la consecución de la paz la construcción o no de cinco mil casas para judíos en territorios disputados denota una profunda desorientación sobre qué paradigmas están hoy de verdad influenciando el futuro de esa región.
Desde ACOM instamos a la ministra González Laya que deje de vivir anclada en las fórmulas trasnochadas del Siglo XX y que ponga a España en el grupo de países que liderarán la nueva y esperanzadora realidad entre Israel y los principales países árabes.