¿Qué debería defender el nuevo PP respecto a Oriente Medio?

  • Los populares deben aprovechar su Congreso y su nuevo liderazgo para redefinir sus principios en política exterior.
  • Oriente Medio es una zona geoestratégica clave en la que hay que profundizar y mejorar la relación con el único aliado fiable: Israel.
  • La política agresiva de Irán -incluso dentro de nuestras fronteras- debe tener una respuesta contundente desde España.

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Durante seis años y medio los gobiernos de Rajoy han mantenido una política exterior que no ha sabido defender los intereses de España en el ámbito internacional, ni para los problemas internos cuando ha sido necesario ni para las cuestiones clave en la geopolítica mundial que podrían llegar a comprometer nuestro futuro.

La llegada al poder de un PSOE muy débil en el Parlamento y sometido a una fuerte presión desde Podemos no parece augurar un cambio positivo en esta área sino más bien lo contrario. Afortunadamente, el proceso que se ha abierto en el PP es una oportunidad, también, para que los populares repiensen sus principios en diversos aspectos de la política exterior y, muy especialmente, respecto de todo o casi todo lo relacionado con Oriente Medio.

Desde ACOM estamos convencidos de que toda la política en Oriente Medio de España y de la Unión Europea debe tener como eje a Israel. Hay varias razones para ello: Israel es un estado amigo con excelentes relaciones con nuestro país y la mayoría de los miembros de la Unión, es la única democracia completa de la zona y es, finalmente, aquel país del área con el que coincidimos en la defensa de unos valores comunes: la vida y los principios de la democracia liberal; el respeto a las diferencias y las minorías ya sean raciales, religiosas o de orientación sexual; y el rechazo de la violencia y, muy especialmente, al terrorismo.

Mayor control de las subvenciones

En este sentido, la nueva dirección del PP deberá entender que siendo como es Israel un país amigo ni España, ni sus instituciones, ni ninguna de sus diferentes administraciones, ni ningún organismo público dependiente de ellas puede entregar un solo euro a falsas ONGs que, con la excusa del sufrimiento del pueblo palestino, se dedican en realidad a trabajar en pro de la destrucción de Israel, ya sea desde los territorios palestinos o desde el propio suelo israelí.

Sólo en un año, 2015, y a pesar de que es imposible descubrir todas las ayudas de todas las administraciones destinadas a este tipo de falsas ONGs, ACOM y NGO-Monitor detectaron más de cinco millones de euros en subvenciones, dinero que se destinó a socavar la democracia en Israel, a comprometer el futuro del estado hebreo y a la propaganda antisemita.

¿Qué diría el PP, qué diríamos todos, si ese volumen de subvenciones públicas lo entregasen las autoridades francesas a grupos que apoyan el separatismo catalán? ¿Qué habría dicho el PP, qué habríamos dicho todos, si desde Italia se hubiese subvencionado a los grupos que daban soporte material y aliento moral a ETA? Eso es, salvando las distancias que no son tantas, lo que están haciendo las autoridades españolas respecto de Israel y cualquier política exterior seria deberá afrontar esa cuestión.

Asimismo, será también necesario abordar la legitimación y propaganda que se hace en España del BDS y el hecho de que para muchas de estas falsas ONGs promover esta clase de boicot antisemita se ha convertido en un medio de vida. El PP fue valiente al recoger en sus estatutos el rechazo a esta nueva forma de antisemitismo y un Partido Popular renovado debe llevar ese repudio al terreno práctico, no sólo rechazando el BDS ilegal promovido por los ayuntamientos, tal y como ha hecho hasta ahora, sino también combatiendo que esta promoción del odio se haga con dinero público desde nuestro propio país.

Las relaciones con la ANP

Del mismo modo, España y la Unión Europea deben replantearse -y este debe ser otro de los ejes de la política de un nuevo PP alrededor de Oriente Medio- las relaciones con la Autoridad Nacional Palestina.

Es obvio que la ANP es un actor importante en la zona y es lógico que tanto España como la Unión Europea tengan relaciones con ella. Pero estas no han de mantenerse a cualquier precio y deben servir para avanzar en la solución del conflicto palestino-israelí y no en su agravamiento y, sobre todo, en la promoción de la paz y no del terrorismo.

Un PP renovado y reforzado ideológicamente debe recuperar entre sus principios de acción exterior usar la influencia internacional de España para expandir la democracia y rechazar la violencia y el terrorismo. En el caso de la ANP esto no sólo es deseable políticamente e inaplazable moralmente, sino que además es posible: la elevada ayuda financiera que desde la Unión Europea se entrega a la administración palestina debe vincularse a un código ético estricto. España debe demandar que su ayuda impulse la construcción de la sociedad civil palestina, una democracia garantista y un compromiso con las negociaciones bilaterales

La Taylor Force Act aprobada en Estados Unidos este mismo año es un buen ejemplo de cómo lograr esto: se trata de una ley presentada por tres senadores americanos y que vincula la abundante ayuda económica que EEUU donaba a la ANP a que ésta deje de financiar el llamado Fondo de los Mártires: sueldos vitalicios que se entregan a los familiares de terroristas en prisión o de aquellos que han fallecido como consecuencia de sus actos de terror, incluyendo unos 200 terroristas suicidas.

Promovida tras el asesinato de un ciudadano americano -Taylor Force- en un atentado en Tel Aviv, esta legislación es un ejemplo de cómo es posible vincular directamente la acción exterior y los derechos humanos. En un país tan castigado por el terrorismo como España debería ser un referente para todos los partidos políticos, pero especialmente para aquel que quiera hacer de la lucha contra el terror y la empatía con las víctimas una de sus señas de identidad.

En definitiva: nuestro país debe mantener unas relaciones lo más estrechas y positivas posibles con la ANP y es bueno que contribuyamos al desarrollo económico y social del pueblo palestino, pero esta ayuda y esta contribución no pueden acabar reforzando al terrorismo, nuestro dinero no puede acabar siendo un premio para terroristas y asesinos.

España e Israel en los organismos internacionales

Otro aspecto de la política sobre Oriente Medio que un PP renovado debería abordar y corregir es la posición que España ha mantenido en diversos organismos multinacionales -y especialmente en la ONU- respecto a Israel.

En los últimos años han sido varias las ocasiones en las que España ha votado contra Israel en la ONU, ya fuese en una resolución de condena de la construcción de asentamientos, ya contra el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén -donde por cierto deberían estar todas, también la española-, ya en caso de cualquier enfrentamiento o disturbio en la zona.

Esta posición es un error por varias razones: la primera y más importante es que ninguna de esas resoluciones tiene el más mínimo efecto positivo para traer la paz a la región o acercar el final del conflicto entre palestinos e israelíes. La verdadera paz sólo será posible cuando la parte palestina comprenda que esta sólo puede alcanzarse a través de un acuerdo y que éste sólo es posible si se asume la existencia de Israel y se renuncia a la violencia.

Los triunfos parciales diplomáticos que gracias a la propaganda internacional consigue la ANP en foros como la ONU no tienen ninguna consecuencia en el terreno y alejan a los dirigentes palestinos de la realidad evidente de que un acuerdo entre dos partes debe ser aceptable para ambas y no una imposición externa que nunca será efectiva.

Por otro lado, y desde un punto de vista más egoísta, los acontecimientos que han venido desarrollándose en Cataluña desde el pasado mes de septiembre nos han demostrado que Espala necesita contar con aliados fuertes y fiables en la escena internacional.

Israel lo es y es también un país con capacidad de influencia en EEUU e interlocución con las restantes potencias. Es, además, un país con una cierta importancia simbólica en Cataluña y, sobre todo, un aliado que se ha mantenido fiel cuando España lo ha necesitado. No podemos olvidar los rotundos posicionamientos en favor de España y de la unidad que pronunció el presidente de Israel, Reuven Rivlin, cuando visitó nuestro país el pasado mes de noviembre, en uno de los momentos más complejos de la crisis. Y eso aún a pesar de que por poco que nos guste admitirlo, España no ha sido ni de lejos igual de leal con Israel.

Irán, un peligro global y local

Por último, si hay un tema fundamental en Oriente Medio sobre el que España debería tener una posición más compleja y profunda es Irán. Mientras mantiene a su país en una dictadura teocrática totalitaria y cada vez más pobre, el régimen de los ayatolás lleva años desarrollando un siniestro plan de expansión de su influencia en el que se ha servido del terrorismo, de las milicias armadas y de sus recursos energéticos.

Irán es una amenaza para España, como lo es para el resto de Occidente. Lo es por sus programas armamentísticos y su búsqueda de capacidades nucleares y lo es también por su financiación abierta de organizaciones terroristas que, como se ha visto con la irrupción de Hezbolá en la guerra de Siria, no son sólo enemigos de Israel, sino que son agentes de desestabilización para toda la zona, que en este caso ha tenido ya un papel clave en la permanencia del régimen genocida de Assad y además está llevando a el Líbano a una situación difícilmente sostenible.

Irán lleva años aprovechándose de la pasividad de las potencias occidentales -y en especial de la anterior administración estadounidense- y España se ha limitado a hacer seguimiento de las políticas más suaves y apaciguadoras. Pero como ha ocurrido siempre con los regímenes totalitarios, el apaciguamiento no ha servido más que para envalentonar a los más duros dentro del país y permitir que machaquen cualquier disidencia interna.

A pesar de la lejanía física, más aparente que real en el mundo del siglo XXI, España tiene muchas razones propias para preocuparse por la política expansionista de Irán: la primera que los ayatolás también han puesto sus miras en Iberoamérica, una zona de países hermanos y en la que, como es lógico, España tiene numerosos intereses económicos, políticos, culturales e incluso sentimentales.

Y la segunda y más importante, porque en la propia España Irán está fomentando y financiando la inestabilidad a través de un partido político, Podemos, cuyos máximos dirigentes cobran directamente de Teherán a través de Hispan TV, un caso inaudito en la política europea.

El PP debe rearmarse intelectualmente contra esta agresión iraní y atacarla tanto en el interior -enfrentándose a Podemos y desenmascarando su carácter totalitario y liberticida y sus conexiones con lo peor de la escena política internacional- como en el exterior, empujando a la Unión Europea a una posición más dura un régimen que une todo lo que rechazamos desde los valores occidentales: pisotea los derechos humanos de su pueblo, promueve el terrorismo, desestabiliza amplias regiones del mundo y usa sus recursos para financiar el extremismo.

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